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“CAMBIARON MUCHAS COSAS EN LOS CLUBES DE BARRIO”

Juan Carlos Mastrángelo, presidente de Sunderland.

“A Sunderland vine de Platense, porque traje a mi hijo a jugar al fútbol. Después fui técnico y coordinador. A la Comisión Directiva llegué como vocal suplente y luego estuve unos cuantos años más como vice. Cuando falleció el señor Palomba, el presidente anterior, me ofrecieron reemplazarlo. Hace cuatro años que soy presidente”.

De esta manera resume Juan Carlos Mastrángelo sus años en la entidad de Villa Urquiza. “El club tiene baby fútbol, futsal, básquet, boxeo recreativo, taekwondo, patín, salsa y demás actividades… Estamos por agregar voley femenino, tenemos el alquiler del salón, la confitería…”, explica si se le pide una síntesis del quehacer deportivo del club.

TANGO QUE ME HICISTE BIEN…

Por supuesto, Mastrángelo no se olvida del tango, que si bien en este momento atraviesa un impasse, ocupa un espacio muy importante en la sede de la calle Lugones. “Estamos esperando su vuelta. Después de Cromagnon te piden muchas cosas y no es fácil para un club de barrio. Los planos nos salieron 50 mil pesos y ya los tenemos. Tuvimos que dividir el salón y eso también ya está. No es que estén mal las nuevas disposiciones. aunque una empresa o una sociedad anónima, es distinto que un club social, donde todo es más complicado.  Los clubes colaboran mucho para sacar la gente de la calle. Yo sé que la gente del Gobierno tiene buenas intenciones pero no se puede comparar Cromagnon con cien tipos grandes bailando tango”.

No obstante, confianza es lo que se sobra: “La habilitación se va a concretar. La milonga nos interesa más allá del dinero, porque nos permite que en todo el mundo nos conozcan. Acá hasta de Japón llaman y mandan mails. Ni miramos lo económico. Queremos volver a abrir cuando esté todo en regla, como corresponde. No queremos sufrir como la última vez, donde Sunderland estuvo unos días cerrado”.

El presidente recuerda aquel momento amargo: “Es fea la imagen de ver un club cerrado, pese a que muchas actividades, aunque no del lado de adentro, se siguieron haciendo. No le echamos la culpa al tango. La clausura vino porque faltaban cosas que teníamos que tener para hacer la actividad y no son fáciles de conseguir. Dios quiera que vuelva, no puedo decir hoy o mañana, pero en algún momento volverá”.

Asimismo, deja en claro su pensamiento de no vincular la situación con una cuestión política: “Nos tenemos que adaptar a las reglas y punto. Cada uno tendrá sus ideas políticas y está bárbaro. Pero de puertas para adentro no somos amarillos ni rojos ni azules. Somos todos de Sunderland”.

DE PADRE A HIJO, DE HIJO A PADRE

El hijo de Juan Carlos dejó hace mucho su condición de jugador de baby. No obstante, continúa en el club: “Hoy es técnico y dirige una de las letras en la liga FAFI. Con 28 años, hace 21 que es socio. Tiene el escudo del club tatuado en una pierna. Yo me hice socio junto con él. Cuando empecé no me importaba nada, sólo el fútbol. Un día vi que se cayó un pedazo,  lo levanté y lo puse en su lugar. Ese día me recibí de querer a Sunderland”.

El presidente también se siente orgulloso de su condición de vecino: “Estoy tan cerca que si hago un agujero en el fondo, entro a mi casa, donde vivo hace nueve años. Antes, cuando empezamos a venir, estábamos también en el barrio, en Ugarte y Holmberg”.

En cuanto a su hijo, se mudó a la localidad de Alejandro Korn. “Es lejos y hace un sacrificio grande, pero viene con placer. Son tres veces por semana: los dos de práctica y los sábados de partido”.

En cuanto a su tarea en la Comisión, indica: “Mientras la gente lo apruebe, por unos años seguiré como dirigente… Después, quiero venir a tomar un café tranquilo, a descansar. Creo que eso será cuando me jubile, a los 66 o 67 años. Recién tengo 61. Igual, llegado el momento, habrá que ver la motivación. Esto une lo hace con gusto, pero que te ata, te ata…”

SOBRE LAS NUEVAS GENERACIONES

El hecho de ver el importante número de socios practicando alguna disciplina, es la satisfacción más grande que Mastrángelo dice tener: “Al principio el patín tenía dos horas por semana. Se amplió a todos los días, con 70 pibas. Además hay básquet, zumba, salsa, bachata, boxeo recreativo, futsal, que antes no había, y todo lo que ya mencioné. Además estamos construyendo arriba. A veces hay golpes que te hacen decir basta para mí, como aquel del cierre, Pero si te vas a tu casa no viene nadie, porque cambiaron mucho las cosas”.

Esa afirmación la da lugar a ofrecer su visión acerca de lo diferente que es un club de barrio con respecto al de hace 30 años: “En la década del 80 íbamos en micro a jugar de visitantes. Salíamos a la 1 de la tarde y volvíamos a la 9 de la noche todos juntos. Hoy el padre va con su coche, mira el partido del hijo y se va. Colaboran pero no están para trabajar. Es difícil conseguir directivos. No existe enamoramiento hacia el club. Los directivos de hoy son gente grande. A medida que nos vayamos muriendo nosotros, se terminan los clubes de barrio o habrá muchos menos y serán distintos, quizás concesionados por grandes cadenas de gimnasios, como ya existe. Porque no hay gente que se fume todos los días acá adentro. Para la próxima generación será complicado. Van a venir a jugar, pero cuando haya que laburar un sábado, un domingo, o ir al centro a hacer trámites cuando surjan los problemas, pasar por la IGJ, comerte cuatro horas ahí o tres en el Banco Ciudad, y todo sin fines de lucro, entonces quiero ver qué sucede…”

AL DÍA EN TODO

Mastrángelo destaca que Sunderland está ordenado, al margen de los inconvenientes surgidos por la momentánea inhabilitación de la milonga. “De papelería estamos bien y tenemos al club en regla. Arriba estamos construyendo gracias a un subsidio de 100 mil pesos que nos dio el Gobierno de la Ciudad. Como con eso no es suficiente, el baby, el básquet y la Comisión también aportaron sumas importantes”.

Por otra parte, hace hincapié en la buena reputación que poseen en el barrio, también haciendo alusión a su concurrido bufete: “Un viernes a la noche viene gente de todos lados. Es un restaurante muy conocido, y como club, es tranquilo: nadie te va a decir, no vayas ahí porque hay esto o lo otro”.

De todos modos, una cuota de nostalgia vuelve a aflorar en la charla: “Lo que sí, ya no ves a los más grandes jugando a las cartas. Eso se terminó. En una época había tres mesas llenas con gente jugando al tute. Tampoco hay actividades para las mujeres, fuera de lo que es arancelario. Porque, si no cobras, ¿cómo haces para afrontar los gastos? Antes la luz y el agua poco menos que te la regalaban. Los tiempos cambiaron, pero de cualquier forma, nos reconforta saber que estamos al día en todo y seguimos haciendo el esfuerzo para no dejarle un peso de deuda a nadie”.

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